Lo que me dejó la pandemia

L.E.P. Mercedes del Pilar López Vega

Mazatlán, Sinaloa

Jardín de niños Rosaura Zapata, preescolar, 3er grado.


Tenía la necesidad de hacer una pausa en mi ritmo de trabajo y de vida, y no lo sabía. El confinamiento me obligó a ralentizarlo y aprendí a enfocarme en el momento presente; una cosa a la vez, paso a paso.

He pasado del miedo a la angustia, a la incertidumbre, a la incredulidad y el dolor de tener la visita de la muerte en cada esquina; en mi familia, la de mis amigos, conocidos, adultos mayores, jóvenes, en todo el mundo.

Soy docente del nivel preescolar, donde las teorías te las derrumban las risas, las ocurrencias, los juegos, los “abrazos de bola”, las preguntas, el poder que los niños tienen de sorprenderse con cosas muy sencillas, de imaginar y de solucionar todo tipo de problemas en dos minutos.

Llevo -tan solo- once años frente a grupo, me ha costado adaptarme a una modalidad de trabajo a distancia, aunque con ésta, he podido comprobar que los niños aprenden de todo, de todos, pero que los escenarios e intenciones para que ello suceda se los diseñamos cada día sus maestros al conocer lo que necesitan, sus pasatiempos, sus hábitos, sus valores y su contexto familiar. Tenemos la gran responsabilidad de darles en clase las oportunidades que, en ocasiones, en casa no tienen, para que puedan descubrir sus potencialidades y talentos.

La pandemia me dejó más que claro que la socialización, la presencia -esa que el confinamiento nos quitó- hace el terreno fértil para que los niños se atrevan a explorar, a expresar sus ideas y sentimientos, a hacer nuevos amigos, a convertirse en bailarinas y superhéroes, a sentirse orgullosos de sus logros.

Así mismo, me permitió aprender a conocerme mejor y redescubrirme: que también la maestra puede levantar la mano para pedir ayuda y dejar de creer que todo debe estar bajo su control; que lo que no resultó como esperaba, se intenta de nuevo, pero de manera distinta. Me dejó valorar lo afortunada que soy de llegar hasta este momento sana, con mi familia completa y unida, con la satisfacción de haber puesto lo mejor de mí al servicio de mis alumnos y sus familias, a pesar de las circunstancias de ellos y mías.

En definitiva, hoy sé que ha sido posible vivir mi profesión desde casa, y elegirla una y otra vez por el placer de observar, aunque sea a la distancia, los logros de mis alumnos, por escuchar sus reflexiones y por darme el privilegio de hacerme crecer personal y profesionalmente junto a ellos.